Por Alexis Martínez
Terrero
Luego
de cumplirse dos años
y un mes del Taller Nacional
sobre Humedales, el Acuarista
Cubano retorna a uno de los
parajes más bellos
de la geografía de
cubana. El 9 de marzo del
2011 un pequeño, pero
aguerrido grupo, partimos
desde La Habana y recorrimos
más de 150km para adentrarnos
en el mayor humedal del Caribe
insular. Esta vez, el objetivo
principal ponía como
blanco a la estación
hidrobiológica "Felipe
Poey", baluarte insustituible
en el rescate del manjuarí
y de muchas otras especies
de la fauna dulce-acuícola
de la región.
Como
toda aventura que se emprende,
se puede saber cómo
se empieza, pero no se puede
pronosticar como terminará,
menos cuando te adentras en
una ciénaga de 175
kilómetros de oeste
a este, con grandes ganas
de conocer y guiado por uno
de los mejores anfitriones
del lugar. Afortunadamente,
nuestro recorrido incluyo
además la visita al
criadero de cocodrilos, punto
clave de referencia para todos
aquellos amantes de estos
animales, los cuales sobresalen
entre las otras 16 especies
de reptiles encontradas en
la península Matancera.
Y
aun cuando pudimos pensar,
que no habría tiempo
para más, cerramos
el día a lo grande
para un acuarista. Tuvimos
la inolvidable experiencia
de hacer un trabajo de campo.
Actividad, que resultó
exitosa en dos grandes aspectos:
la captura de varios ejemplares
de peces y plantas de difícil
localización, y la
gran admiración y respeto
que se incrementaron en el
grupo por la fauna local,
de la cual todos nos retiramos
pesarosos y con grandes ganas
de volver.
|
Foto:
Miguel Santiago Bayona
Valentín, Alexis
Martínez Terrero,
Jeizen Álvarez
Castro y Pedro Manuel
Fuentes Príncipe
a la entrada del Parque
Nacional Ciénaga
de Zapata. |
Estación
hidrobiológica "Felipe
Poey", baluarte del Manjuarí
Aproximadamente sobre las
9:30am parqueábamos
frente a la valla de entrada
de la estación, ubicada
en el Canal de los Patos,
antes de llegar a Boca de
Guamá. Ahí fuimos
recibidos por los trabajadores
del centro, quienes luego
de pasar las presentaciones
iniciales y conversar un poco
nos hicieron sentir parte
de la gran familia que son
dentro de ese lugar. Su director,
el señor Andrés
Hurtado Consuegra no es más
que una fiel representación
de su colectivo, de esos a
los que se les sale por encima
de la ropa el amor por lo
que hacen y apuestan siempre
hacia adelante aunque las
dificultades traten de vencerlo.
Gracias a ese gran equipo
hoy se han convertido en la
médula del rescate
del Manjuarí (Atractosteus
tristoechus (Bloch y
Schneider, 1801)), pez amenazado
de extinción y joya
de la ictiología nacional.
Entre sus muchas líneas,
la labor de la estación
incluye la reproducción
del pez, quien desova solamente
en primavera una vez al año.
Durante este periodo, el trabajo
es de locos según expresan
los propios trabajadores,
quienes no tienen ni sábados
ni domingos tratando de lograr
la mayor cantidad posibles
de animales. En su primera
etapa son alimentados con
Moina (Moina micrura),
cultivo que además
es otro logro reproductivo
de la estación, dado
que la reproducen con una
metodología propia
a base de un alga llamada
Chlorella vulgaris
y miel de pulga. Particularmente
resulta gracioso ver a un
manjuarí con su boca
larga comiendo estas pequeñas
pulgas, semejan un perro tirando
mordidas al aire, como cuando
cazan moscas.
Recordemos
que el manjuarí es
un pez carnívoro, y
por ende para su cría
y mantenimiento se hace muy
útil, la investigación
y desarrollo de alternativas
que viabilicen su alimentación,
destancándose un método
que, aun logra pocos resultados
mediante el cual los animales
se adaptan a comer pienso.
Una
vez que alcanzan una talla
cercana a los 20cm es que
entonces pueden ser liberados
al medio, escogiendo rigurosamente
el lugar y la cantidad donde
serán soltados. Dado
que las causas que provocan
su disminución en el
medio natural hoy no han podido
ser eliminadas, una parte
importante de la estrategia
para la preservación
de la especie recae en los
hombros de los acuaristas.
Una táctica a seguir
es la de entregar un pez a
todo aquel que pueda mantener
uno, pues al alcanzar alrededor
de 2 metros no es un animal
que todos pueden tener en
un acuario. No obstante mientras
más se logren distribuir
entre las personas que puedan
conservarlo, más éxito
se tendrá a la hora
de repoblar en sus habitas
endémicos.
La
faena de la estación
sin duda constituye un eslabón
importante en la lucha por
la conservación de
muchas de las principales
especies de peces autóctonas
tanto dentro como fuera de
sus límites. No solo
el manjuarí acapara
toda su atención, a
pesar de ser su principal
especie y actualmente formar
parte de la Red Internacional
de Conservación de
la Familia del Manjuarí,
dirigiendo sus esfuerzos hacia
la investigación, ecología
y reproducción de este
pez milenario. La labor de
la estación incluye
además dominar las
técnicas de reproducción
de la mayoría de las
especies endémicas
del humedal, como son el Nandopsis
tetracanthus (Valenciennes,
1831), Rivulus cylindraceus
(Poey, 1860), Cubanichthys
cubensis (Eigenmann,
1903), las dos especies de
Giraldinos, G. falcatus
(Eigenmann, 1903) y G.
metalicus (Poey, 1854),
Limia vittata (Guichenot,
1853), Gambusia punctata
(Poey, 1854.) y Alepidomus
evermanni (Eigenmann,
1903).
Por
tan reconocidos méritos
a favor de nuestros peces,
por el esfuerzo y la dedicación
de tantos años de trabajo,
se hacía moralmente
imprescindible reconocer por
nuestro Club a Andrés
Hurtado Consuegra, en representación
de todo su colectivo, como
bien expresó a la hora
de recibir el diploma que
lo acredita como Socio de
Honor del Club "El Acuarista
Cubano".
|
Foto:
Andrés Hurtado
y el Reconocimiento
otrorgado por el Club
"El Acuarista Cubano". |
El
Criadero de Cocodrilos ¨La
Boca¨
Efusivos y contentos
por el buen rato en la estación,
gozando de tiempo y preparados
para cuanto pudiera aparecer
en el día, Andrés
nos convidó a una visita
al Criadero del Cocodrilos
“La Boca”, situado
en Guamá. El lugar
es otro punto de referencia
obligatorio en la Ciénaga.
Allí conocimos a una
de las personas que más
domina sobre el tema ¨Cocodrilos
en Cuba¨. El médico
veterinario y especialista
en cocodrilos Gustavo Sosa
(Gustavito), quien se ha dedicado
por mucho tiempo a la cría
en cautiverio, así
como a múltiples estudios
para caracterizar la especie
en su estado silvestre. Muy
gentilmente, nos dio un recorrido
por las distintas áreas
de la granja explicándonos
cada detalle de lo que allí
veíamos.
El
cocodrilo "Cubano"
(Crocodylus rhombifer
(Cuvier, 1807)), es la única
especie endémica de
cocodrilo, de las dos presentes
en la Isla. El otro, el cocodrilo
"Americano" o "Caimán"
(Crocodylus acutus
(Cuvier, 1807)), es una especie
de mucho mayor porte que puede
hibridarse en el medio natural
con el C. rhombifer.
Por tanto uno de los principales
objetivos del criadero es
mantener genéticamente
pura la especie autóctona,
con el fin de salvaguardarla
y poder reintroducir animales
al medio.
Uno
de los factores que tiene
en contra el cocodrilo cubano
es su escasa área de
distribución. Solamente
35 km2 en la Isla de la Juventud
y 360 km2 en la Ciénaga
de Zapata albergan la totalidad
de los ejemplares, hecho que
obliga a la protección
de sus hábitats para
no perder la especie de forma
natural. La caza furtiva por
el valor de su carne y su
piel son otros elementos que
atenta contra estos reptiles
por lo que están en
la lista de las especies amenazadas.
Por
otro lado, no es menos cierto
que los beneficios económicos
que traen no pueden ser obviados.
Los cocodrilos han sido cazados
históricamente, no
solo para el consumo, sino
también para la confección
de las más disimiles
prendas de vestir o de artesanía
por la gran calidad, resistencia
y belleza que presenta su
piel. Por eso resulta interesante
el papel que juega en este
sentido el criadero, puesto
que también abastece
carne para el consumo turístico,
así como una amplia
gama de productos realizados
a partir de su piel. También
pudimos ver la venta de pequeños
cocodrilos disecados, fundamentalmente
a partir de crías enfermas
o con problemas, las cuales
se suman a las alternativas
comerciales que ayudan a sustentar
el centro y que de alguna
forma mantiene un equilibro
entre la parte económica,
al realizar la actividad lucrativa
de forma sustentable y la
parte ecológica al
reproducir y conservar la
especie.
La
visita fue muy instructiva,
pues Gustavo resulto ser conocedor
de muchos detalles sobre estos
sorprendentes animales, y
es muy grato escuchar a una
persona cuando habla con propiedad
y conocimiento sobre un tema
que le guste. También
nos pareció interesante,
para todos
aquellos que no habíamos
visto antes un criadero de
cocodrilo, ver esas naves
con tantos animales.
No
obstante, aunque algunas lloviznas
nos avisaban que el tiempo
amenazaba con cambiar, había
en el ambiente un tercer destino,
el cual a todos nos tenía
más que motivados.
¡NOS
VAMOS DE PESCA!
Charqueo en la Ciénaga.
Pues así mismo fue.
El día decididamente
prometió. De repente
nos encontrábamos pescando
en algunos charcos que fuimos
revisando a lo largo del camino.
Quisiera hacer notar el detalle,
que cualquiera de esos ¨charquitos¨
existe mucha más vida
que casi todos los cuerpos
de agua de la Habana. La diversidad
de peces, plantas e invertebrados
superó con creces nuestras
expectativas puesto que encontramos
especies que usualmente son
difícil de localización
como es el caso del Cubanichthys
cubensis y el Rivulus
cylindraceus.
En total, las capturas más
significativas fueron de Gambusia
punctata, luego de C.
cubensis con más
de 30, los Girardinus
falcatus y G. metallicus
con 10 y 20 respectivamente,
y finalmente más de
20 individuos de R. cylindraceus.
Entre
las variedades de plantas
pudimos encontrar en gran
cantidad Ludwigia repens
(palustris) y Ceratophyllum
demersum, no obstante,
tanto en el criadero de cocodrilos,
como en la estación
hidrobiológica, hallamos
la Bacopa monieri
de forma emergida por doquier,
de la cual tomamos unos pocos
tallos.
En
menor medida, también
obtuvimos una de las plantas
que más demanda está
teniendo en el mercado internacional,
la Proserpinaca palustris
'Cuba' y una especie del género
Utricularia. Esta última,
es una planta carnívora
que se caracteriza por alimentarse
de los microorganismos que
habitan en las aguas estancadas.
Escoltados
por un gran aguacero, retornamos
a la estación y por
la premura de la hora seguimos
rápido de vuelta a
casa. La ciénaga, como
vieja hechicera de nuestros
juglares, mientras más
se alejaba de nosotros, más
nos obligaba a volver.
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