Con ese nombre se
conoce al remanente de un musgo del Género Sphagnum que a través de
miles de años se ha fosilizado en zonas de vegetación cuyo denominador común
es la humedad,
Existen muchos tipos de musgos o turbas utilizadas para actividades industriales
o para adicionar a la tierra de jardín, pero la mayoría de ellas no son aptas
para uso en acuarios.
Existen unas 200 o más especies de musgos del Género Sphagnum. Los más
comunes para uso en acuarios son Sphagnum acutifolium y
Sphagnum cymbifolium (ambos europeos).
Son precisamente estas dos especies las que se importan (fraccionadas o en
bolsas de 50 Kg.) para uso en acuarismo y piscicultura. Claro que como
aficionados a los peces no tenemos la obligación de convertirnos en
especialistas en briología y nos vemos en la necesidad de confiar que
nuestros proveedores nos están vendiendo un tipo de turba apta para acuarios.
El color y la
estructura de la turba para acuarios debe ser: oscura (marrón casi negro), en
forma de fibras de mayor o menor longitud, por lo general hasta 1,5-2 cm.
Debemos desechar una turba “rubia” en forma de polvo grumoso, ya que no
posee las cualidades necesarias. Por sobre
todo debe tenerse en cuenta que no deben utilizarse turbas “enriquecidas” o
con fertilizantes, las cuales suelen ser muy aptas para el cultivo de plantas
pero no lo son para nuestros peces.
Un poco más adelante
vamos a retomar este punto.
¿Qué es una
turbera?
Los musgos (y en particular los del Género Sphagnum) crecen en un
ecosistema muy particular. El clima es húmedo y frío y sólo crece si su
ambiente está saturado de agua. Esta agua es provista por las lluvias o los
deshielos, y se va acumulando en rocas
ahuecadas dando lugar a la formación del esfango. Los musgos del esfango van
creciendo en capas unos sobre los otros, quedando los musgos muertos debajo.
Estos van adquiriendo la forma de organismos subfósiles y se acumulan año a año
a razón de 0,5 mm, lo que nos permite establecer que una turbera de seis metros
de profundidad no pudo formarse en menos de 12.000 años.
La humedad para
permitir el desarrollo de los musgos superficiales, es provista por capilaridad
desde el fondo hacia la superficie, hecho que les permite mantenerse, y aún
crecer, durante los períodos sin lluvia o deshielo.
Existen otros tipos o
categorías de turberas, entre las que podemos detallar las formadas por los
musgos que crecen entre restos de maderas de árboles como los olmos, los
sauces, etc. También las que se forman en las laderas de las montañas pobladas
de coníferas, comunes en la Cordillera de los Andes, en el Sur de la Argentina
y en otras formaciones montañosas similares en todo el mundo.
Las turberas de crecimiento litoral, por su parte, se forman en los márgenes de
ciertos lagos o lagunas y, con el transcurrir de los siglos terminan por cubrir
totalmente la superficie acuática, dando lugar a la formación de una turbera
en la cual los organismos fosilizados ocupan el fondo o lecho del lago y las
diversas capas irán acumulándose
unas sobre otras hasta dar lugar a la formación de una turbera alta. Este
parece ser el origen de las turberas localizadas en las Islas Malvinas, en el
litoral Atlántico argentino.
El tipo del musgo Sphagnum
que se utiliza en acuarios tiene la particularidad de invertir el proceso
mediante el cual va asimilando, con el transcurso de los siglos, los ácidos orgánicos
en forma de humus hidromórfico.
Esto significa que, adecuadamente hidratado, comienza a liberar las sustancias
orgánicas que contiene y si esa hidratación va acompañada de una circulación
forzada del agua a través de sus fibras, mediante la filtración adecuada, es
posible extraer una buena proporción de su contenido en ácido húmico y otros
componentes.
En este proceso la turba actúa como un verdadero intercambiador de iones,
entregando al agua importantes cantidades de vitaminas B1,
H, PP, hormonas, aminoácidos, proteínas y pigmentos.
Como al mismo tiempo el ácido húmico (principal nutrimento de los musgos Sphagnum),
también es acumulativo, la mayoría de las turbas adecuadas para acuarios posee
un pH próximo a 3,5 – 4,2. Al entregar cantidades importantes de ácido húmico
al agua del acuario, se produce una reducción del pH de la misma.
La suma de todas
estas propiedades hace de la turba un material casi irreemplazable para obtener
“aguas negras”, capaces de simular, con bastante aproximación, el tipo de
agua que necesitan ciertos peces amazónicos o de zonas selváticas de otras
latitudes. Si bien Symphysodon sp. (Discus) no requiere precisamente
aguas negras, la turba resulta adecuada para crear otras condiciones, tales como
pH bajo, riqueza de vitaminas y hormonas naturales, etc. Sobre el tema del Discus,
recomendamos visitar los trabajos publicados en este Web, que abarcan desde la
historia hasta el biotopo, pasando por reproducción, enfermedades, etc.
¿Cómo
usarla y cuánto usar?
La efectividad de la
turba está determinada por:
1. las características del agua en la que va a ser utilizada;
2. la cantidad de agua que debe ser tratada;
3. la cantidad que se coloque en el filtro;
4. la duración del proceso de filtrado.
A favor de una mayor
efectividad cuenta que el agua sea blanda, preferentemente vieja y bien
filtrada.
En aguas duras, con presencia de carbonatos y bicarbonatos en cantidades
elevadas, la turba prácticamente no aportará otra cosa que pigmentos, ya que
los ácidos húmicos son resistidos por el potencial anhídrido carbónico y los
cationes que componen la masa de carbonatos y bicarbonatos.
La cantidad de musgo
a colocar en el filtro está en proporción a los litros de agua que deben ser
tratados. De éste modo, una masa muy grande de turba en el filtro producirá un
descenso vertiginoso del pH, sobre todo si el filtro tiene una capacidad de
circulación muy grande. Por lo tanto siempre resulta más conveniente usar una
cantidad presumiblemente menor a la necesaria, y aumentarla paulatinamente si
hace falta.
Como la turba puede actuar acumulativamente, se deberá controlar el pH del agua
mediante un sistema que ofrezca seguridades. Al llegar a un punto de pH
adecuado, se deberá suspender la filtración por turba, lo cual
no siempre resulta necesario si se han respetado las pautas de proporción
entre cantidad de turba y litros de agua a filtrar.
Sobre la base de una dureza de entre 6 y 10º dH, se deberá utilizar
aproximadamente medio litro de turba por cada 50 litros de agua a
filtrar; en 100 litros
será suficiente ¾ litro, mientras que acuarios superiores a los 150
litros se tratarán adecuadamente con un litro de turba.
Tratamiento
previo de la turba.
Vamos a partir del
hecho que la turba que tenemos es la adecuada para acuarios. Sobre esa base
debemos decir que no puede ser utilizada tal cual se encuentra en los envases.
Excepto que así lo indique el fabricante del producto en el envase (no hemos
localizado más que una marca de turba que indica estar lista para
colocar en el filtro de un acuario).
En primer lugar habrá que hidratarla en agua blanda dentro de un
recipiente plástico o de vidrio. Al cabo de 24 horas deberá ser exprimida con
las manos, y de ese modo observar si el líquido que escurre resulta ambarino o
presenta una coloración oscura (tal como si fuera una infusión de té
saturada).
Si el agua presenta una coloración excesivamente oscura no quedará más
remedio que hervir la turba durante una hora en cantidad suficiente de agua desmineralizada o
destilada, dejando reposar hasta que se enfríe.
El agua extraída del hervor podrá ser descartada o utilizada como “extracto”, una vez decantada y filtrada a
través de un colador de café o
una tela de malla similar. El
sobrante se deberá guardar en un envase de vidrio o plástico.
La turba hervida se colocará en una media de mujer y se enjuagará y exprimirá
hasta que desprenda todas las partículas más pequeñas. Luego (sin sacarla de
la media) se la colocará en agua limpia, blanda y a temperatura tropical (25-27º
C) para producir uno o dos enjuagues, tras lo cual se volverá a exprimir. Una
vez hecho esto podrá colocarse en el filtro utilizando la misma malla o media o
entre dos capas de fibra sintética poliéster ("perlón")de varios centímetros de
espesor. Estas capas deben estar dispuestas de modo tal que permitan ser extraídas
del filtro sin que se derrame la turba, por lo que siempre es recomendable
utilizar una bolsita confeccionada con una malla fina o una media de mujer o tul
de trama fina. La turba deberá reemplazarse cuando se compruebe que se ha
agotado su capacidad de acción. No obstante, aún luego de estar agotada, la
turba puede seguir brindando utilidad: sirve como sustrato para los desoves de
ciertos peces (por ejemplo killies desovadores de fondo), como auxiliar de
jardinería mezclada con tierra de jardín para mantenerla floja o para mezclar
con grava y arena en el cultivo de plantas acuáticas.
Para finalizar
reiteramos la importancia de controlar el pH del agua en forma regular y llevar
un control del ritmo de descenso, lo que nos permitirá estimar el tiempo que
tardará en llegar al punto deseado. También nos permitirá estimar la vida útil
de la turba en uso.
En los filtros con
turba no deberá utilizarse carbón activado ya que éste último retendrá todo
lo que la turba pueda aportar al agua.
Sigue
Filtrado 3
(resinas ablandadoras)
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4 (Materiales y filtros 1) |
Filtrado 5
(Materiales y filtros 2) | Filtrado
6 (Carbón activado) | | Filtrado
7 (el filtro UV) | El Filtro Biológico
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