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Biología
de los Peces
© Roberto Petracini
La
inmunidad en los peces. |
La inmunidad es un
mecanismo de defensa basado en un atavismo nutricional. Dicho de otro modo, los
organismos pluricelulares más primitivos debieron aprender a distinguir entre
sus propias células y células que no pertenecían a su organismo a fin de no
digerirse a sí mismos. Para que esto fuera posible seguramente debieron crear células
especializadas que tenían la capacidad de crear algún tipo de elemento
distintivo o de diferenciación.
La evolución llevó al perfeccionamiento de las funciones de éste tipo de células,
las cuales se encuentran muy desarrolladas en los animales superiores o
vertebrados.
En la actualidad el mecanismo inmunitario lo constituyen dos grupos de células
de las cuales uno se encuentra en la sangre y otro diseminado por todo el
organismo.
Qué es la
inmunidad?: no es otra cosa que la capacidad del organismo para producir
ciertas reacciones a la introducción en el cuerpo de microorganismos o material
biológico extraño.
Pero el sistema inmunitario es más complejo, ya que cuenta con barreras físicas
que, en los peces, están constituidas por la piel, la mucosa protectora cutánea
o externa, y la mucosa gastrointestinal que recubre el tracto digestivo y que
posee un pH tan bajo que impide la proliferación de cualquier tipo de
microorganismos ajeno al sistema
digestivo. La inmunidad, en síntesis, se debe a la acción de ciertas células
especializadas que se localizan en la sangre y otras que se distribuyen en todo
el cuerpo.
La Sangre.
La sangre es un fluido muy
complejo, compuesto por sustancias orgánicas y sustancias inorgánicas
disueltas y en suspensión. También está compuesta por tres tipos de células
denominadas glóbulos rojos (eritrocitos), glóbulos blancos (leucocitos)
y plaquetas
Los elementos
figurados.
Si tomamos una muestra de
sangre y la colocamos en un tubo de ensayo evitando su coagulación, veremos que
se separa en dos capas. Una capa superior, por lo general opaca y de color
amarillenta que contiene proteínas coloidales y muchas sustancias disueltas.
Recibe el nombre de plasma y ocupa el 55% del volumen total de la sangre.
La capa inferior contiene un elevado porcentaje de eritrocitos (glóbulos rojos)
y escasa cantidad de leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas. Este conjunto
se denomina elementos figurados.
De todos los
elementos figurados los leucocitos son metabólicamente los más activos.
A diferencia de los glóbulos rojos, estas células poseen la capacidad de
salirse del torrente circulatorio hacia los espacios intercelulares, deslizándose
entre las células de las paredes capilares.
Hay varios tipos de
leucocitos cada uno de ellos con funciones diferentes. Es decir que son células
especializadas en funciones específicas. Es más aún, dentro de los glóbulos
blancos en general y de cada tipo en particular, existen grupos de células con
un mayor grado de especialización.
Veamos este ejemplo gráfico:
No entraremos en esta
página a analizar las funciones de los eritrocitos, plaquetas, plasma y otros
componentes de la sangre. En cambio nos referiremos rápidamente a la función
inmunológica de los leucocitos y, entre todos ellos, específicamente de los
tres incluídos en el gráfico: linfocitos, monocitos y neutrófilos.
Otros leucocitos no serán analizados, al menos en ésta página.
Este aspecto es muy importante ya que hace a la inmunidad de nuestros peces
frente a las enfermedades y de alguna manera, podemos crear condiciones
favorables para fortalecer el desarrollo de los anticuerpos si conocemos su
metabolismo.
Todos los glóbulos
blancos (o leucocitos) tienen la función de proteger el cuerpo contra la invasión
de microorganismos extraños. Su poder de destrucción se basa en la capacidad
(ya mencionada) de movilizarse fuera del torrente sanguíneo y de su capacidad
para ingerir partículas extrañas. En general los más activos son los
monocitos y los neutrófilos. Cuentan con unas prolongaciones protoplasmáticas
denominadas pseudópodos que tienen la particularidad de envolver y
destruir las partículas extrañas, incluyendo bacterias. Esta forma de ingestión
se denomina fagositosis y se manifiesta, por ejemplo, de la
siguiente manera:
En una herida por la que penetran bacterias, los capilares se dilatan en
respuesta al microorganismo invasor, llegando así más sangre al área
afectada. El resultado es el aspecto rojizo que presenta el lugar, a lo que
llamamos inflamación. Este proceso puede producirse también por
irritación física o química. La circulación sanguínea disminuye en el área
y se produce un exudado de plasma, glóbulos blancos y (a veces) algunos glóbulos
rojos. Por un mecanismo de atracción, los leucocitos acuden a ese lugar, en
particular ante la presencia de una introducción de bacterias. Grandes masas de
neutrófilos rodean el lugar afectado, dispersándose y rodeando el área,
englobando a los invasores y evitando la propagación de la infección. En
algunas oportunidades se han contado cien o más bacterias dentro de un
leucocito.
Los organismos que no pueden ser fagocitados pueden dar lugar a una infección y
reciben la denominación de agentes patógenos.
Enzimas específicas (digestivas o hidrolizantes) son las encargadas de
destruir los organismos fagocitados. Sin embargo, algunos organismos pueden ser
fagocitados pero no destruidos, de modo que pueden multiplicarse aún dentro del
leucocito y dar origen a una diseminación del agente patógeno.
Junto a los leucocitos se encuentran tejidos destruidos y algunos eritrocitos en
medio del exudado, dando origen a lo que se denomina supuración o pus.
La inmunidad
Ya explicamos a lo
que se refiere el término inmunidad. El sistema de inmunidad (o sistema inmunológico)
de los peces se compone de los leucocitos (o glóbulos blancos, en particular
los linfocitos) y los macrófagos. Los linfocitos T
parecen ser los responsables de la elaboración de las globulinas beta y gamma
del plasma, así como de otras sustancias inmunológicas denominadas
anticuerpos. También son responsables de la reconstrucción de los tejidos o
cicatrización. Los organismos invasores (microorganismo y otros materiales biológicos)
reciben la denominación de antígenos.
Los anticuerpos son los responsables de la destrucción o inactividad de los antígenos.
De este modo, podemos denominar antígeno a cualquier sustancia capaz de general
anticuerpos.
Podemos clasificar a la inmunidad en dos tipos: inmunidad natural y artificial.
Inmunidad natural: es la resistencia a una enfermedad específica
sin haber tomado contacto previamente con el agente causal. Esta inmunidad
natural está determinada por la herencia, edad, sexo, nutrición e influencias
ambientales.
Inmunidad adquirida natural: es la que el individuo adquiere por
haber tomado contacto con el agente causal. Cuando esto ocurre, algunos linfocitos
B se transforman en células plasmáticas que sintetizan las moléculas
de anticuerpos y otros permanecen circulando en el organismo como células
memoria de modo que ante una nueva invasión del mismo antígeno, la respuesta
sea más rápida y efectiva (a esto se denomina inmunidad humoral).
Inmunidad adquirida artificial:
Se puede adquirir inmunidad
mediante la introducción de antígenos atenuados en el organismo. Esto es lo
que conocemos como vacuna. Los antígenos atenuados (y en algunos casos muertos)
son poco patógenos pero tienen la capacidad de generar los correspondientes
anticuerpos. De ese modo se toman bacterias, parásitos u otros microorganismos,
se los somete a tratamientos físicos, químicos y luego de muertos o atenuados
en su actividad patógena, se los introduce en el organismo para fomentar la
creación de anticuerpos. De este modo, cuando los mismos microorganismos, pero
en su forma patógena, se introduzcan al cuerpo del pez, los linfocitos B
transformados en células memoria, tienen la capacidad de reaccionar en forma
específica.
Teniendo en cuenta
que la formación de la mayoría de los anticuerpos está relacionada al
desarrollo del organismo en general y a las condiciones que favorecen ese
desarrollo, son de fundamental importancia, en el caso particular de los peces,
las características del agua, temperatura y nutrición en la etapa que va desde
el estado de alevín a la fase juvenil. Mantenidos en temperatura óptima, pH y
dureza adecuados y alimentados correctamente, los peces podrán desarrollar su
sistema inmunológico en un período de tiempo que no es tan largo como parece.
En las carpas juveniles bastan unos 20-25 días a temperatura de 20º C para
favorecer el metabolismo celular relacionado con la inmunidad.
En algunos cíclidos (como en los Symphysodon sp.) parecen ser los padres
mediante una sustancia segregada por su epitelio, los encargados de transmitir
los anticuerpos durante algunos días. Esta sustancia suele ser el primer
alimento que reciben los recién nacidos, y la ausencia de ese tipo de
alimentación estaría restando una de las formas de inmunidad adquirida.
Las
barreras contra las enfermedades siempre tienen relación con las condiciones
ambientales. En un acuario equilibrado, con peces bien nutridos y con
temperatura e iluminación correctas para las especies que lo habitan, las
enfermedades encontrarán en el propio organismo del pez una barrera muy difícil
de atravesar.
Por el contrario, las condiciones desfavorables del ambiente deterioran las
defensas naturales, entorpecen la circulación de la sangre hacia las zonas
atacadas (por estar ocupada en regular otras funciones vitales descompensadas) y
finalmente los agentes patógenos logran vencer las barreras.
Dependerá del acuarista, casi absolutamente, que sus peces no se enfermen.
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